Ruta de la cascada de Seimeira (Pumares - Ancadeira - Cascada Seimeira - Busqueimado - Ventoso - Ancadeira - Pumares )
La ruta se inicia en el pueblo de Pumares, en el concejo de Santaya (Santa Eulalia de Oscos).
El concejo de Santaya, aúna ancestrales tradiciones y una rica etnografía con un paisaje de ensueño, bosques autóctonos con centenarios castaños, robles.., arroyos, ríos, y cascadas.
Limita al norte con Villanueva y Taramundi; al sur, con Grandas de Salime; al este, con Villanueva y San Martín de Oscos ; y al oeste, con la provincia de Lugo.
Accedemos a nuestro punto de partida desde Vegadeo, por la AS-11, en el Alto de la Garganta, tomamos la a AS-27 hasta Santa Eulalia de Oscos, desde donde la SE-2 nos conduce al área recreativa situada a la entrada de Pumares, donde existe un buen aparcamiento para dejar nuestro vehículo.
En la
web del Servicio de Información Turística del Principado de Asturias, califica esta ruta de : lineal, dificultad baja y un tiempo aproximado de duración, de unas cuatro horas, para los 11, 4 km del siguiente recorrido : Santa Eulalia de Oscos - Ancadeira – Ventoso - Busqueimado – Pumares.
Sin embargo, ni el itinerario a seguir es correcto, (por Ventoso se pasa al regreso y no en la ida ),ni tan siquiera coincide con la descripción que ponen con posterioridad, lo importante es señalar que :
El tramo Busqueimado – Ventoso – Ancadeira, debido a los argayos, la desidia , la falta de mantenimiento y cuidados , es totalmente impracticable y entraña cuando menos, el riesgo de pérdidas, extravíos u otras consecuencias aún peores.
Más adelante, en el transcurso de la descripción de la ruta, volveremos sobre ésto con más detalle.
Salimos de Pumares por un camino bien marcado, llevando siempre por el lado izquierdo al río Agüeria.
A pesar de las predicciones metereológicas, el día está soleado y la temperatura perfecta para caminar.
La umbría es casi total en esta parte del recorrido, la senda está flanqueada por paredes de pizarra recubiertas de abundante musgo.
Un pequeño puente de madera, nos ayudará en breve a salvar un arroyo que atraviesa el camino.
Tras cruzar el puente de madera, el sendero asciende hacia la aldea de Ancadeira, siempre acompañados a nuestra izquierda por el rumor del río y la exuberante vegetación de brillantes e intensos verdes.
Según nos vamos acercando a la remota aldea de Ancadeira, iremos encontrando ruinas de numerosas construcciones.
Estas casas, en este lugar remoto y aislado, estuvieron habitadas hasta la década de los 70 del siglo pasado.
Salimos de la mágica y abandonada aldea y nos encaminamos al Valle del Desterrado.
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Cuenta la leyenda que hace muchos años habitaba en Santalla un señor para el que trabajaba un obediente criado.... "
(hacer clic sobre la imágen para ampliar y leer la leyenda completa)
Rodeados de centenarios castaños y robles, continuamos nuestro camino en suave ascensión,
sin dificultad alguna llegamos a una bifurcación : siguiendo de frente la cascada a 300 m; si nos desvíamos a la izquierda, el pueblo de Busqueimado 1,5Kms.
Continuamos de frente, el valle se va estrechando y cerrando, hasta que nos encontramos frente a frente , con la bella y majestuosa cascada.
El agua deslizándose vertiginosamente, rodeada de verdes brillantes, intensos …
Es difícil encontrar un lugar mejor para dejar pasar el tiempo, sin hacer otra cosa que contemplar el paisaje que te rodea.
Continuamos la ruta volviendo por nuestros pasos, hasta la bifurcación que habíamos dejado trescientos metros atrás cuando ascendíamos. Allí, tras cruzar un pequeño puente, tomamos el sendero que sale hacia la derecha en sentido ascendente.
El serpeante sendero, salva en un kilómetro y medio los 110 metros de desnivel que hay entre la Seimeira y Busqueimado.
Acabando la subida, el sendero da lugar a un marcado camino, que entre grandes paredes de piedra, nos introduce en Busqueimado.
En Busqueimado, al abrigo de dos centenarios texos, se encuentra la ermita de San Pedro.
Tras comer, comenzamos el regreso, y nuestra pequeña aventura del día.
Entre las dos alternativas posibles, desandar el camino hasta Pumares o bien continuar la ruta hasta Ventoso y de allí bajar hasta Ancadeira, optamos por esta última.
Siguiendo al pie de la letra, la descripción de la ruta facilitada por Infoasturias, comenzamos a descender , dejando atrás el desvío que salía hacia la izquierda, (por donde antes habíamos subido).
A los cinco minutos aproximadamente, nos encontramos, con un camino que salía a la derecha y que no tomamos, ya que una casi borrada por el tiempo cruz blanca y amarilla, indicaba que no era el camino correcto.
El camino rápidamente pasó a ser un sendero poco marcado y un poco más adelante, “sospechosamente” nos encontramos con un truébano, señal de que el sendero no es muy transitado.
Los truébanos , son las antiguas colmenas de abejas, fabricadas con troncos de árboles, su interior hueco y una losa de piedra como tapa, para evitar que entrara el agua de la lluvia .
El sendero, comienza a perderse, a aparecer y desaparecer, una y otra vez entre la maleza, seguimos desciendo cada vez con más dificultad.
En vez de señalización alguna de la ruta, lo que encontramos son más truébanos.
El sendero desaparece completamente, y entre la maleza conseguimos llegar al arroyo y cruzarlo.
Al otro lado del río, el camino parece no encontrarse en muy mal estado y a pesar de no ver ninguna señal decidimos continuar por él y no desandar el camino hecho, algo de lo que luego tuvimos que arrepentirnos.
Más adelante, tras una curva, nos encontramos que el camino desaparece tras un argayo, justo en ese punto , del lado derecho nace una valla de alambre de espino de reciente construcción.
Salvado el derrumbe, nos encontramos que el camino prácticamente ha desparecido.
Por el sendero que aún queda seguimos durante unos minutos, hasta que ante la sospecha, de si vamos o no por el camino correcto, volvemos sobre nuestros pasos hasta el argayo, allí comprobamos que si estamos en "buen camino", una señal blanca y amarilla que antes no habiamos visto nos lo confirma.
Así pues, rehacemos lo desandando, entre maleza y arbustos, cada de vez con más dificultad, hasta que es imposible dar un paso más.
El dilema que se plantea en ese momento es: rehacer todo lo andado, bajando hasta el río, subiendo a Busqueimado, bajando hacia la Cascada,etc., o bien intentar atravesar bosque arriba y alcanzar la cima que se sitúa por encima de nosotros y donde sabemos que al menos hay una granja ya que la vimos desde Busqueimado.
Tentados estamos de rehacer el camino, pero lo descartamos ante la posibilidad de no tener suficientes horas de luz para hacerlo.
Mientras ascendemos, en la lejanía del bosque oímos voces y gritos de gente intentando encontrar el camino, preguntándose unos a otros si saben si van bien o no .
Tras unos minutos ascendiendo nos encontramos el vallado de alambre de espino que comenzaba en el argayo y que no sin dificultad conseguimos pasar.
Por un pequeño sendero que va pegado a la valla, seguimos ascendiendo, pero rápidamente se acaba y da paso a un “mar” de helechos.
Cerca ya tenemos la granja, pero los mastines nos disuaden de acercarnos , tenemos que desviarnos bastante a la izquierda y superar como podemos otro par de vallas, que para darle si fuera necesario, más aliciente a la situación, tienen “pastor eléctrico”.
Desde donde nos encontramos, si volvemos la vista atrás, se ve la estrechura donde está enclavada la cascada Seimeira, entre el arbolado un corripio para proteger los truébanos , etc. y a
nuestra izquierda queda la granja, a la que entre mastines y vallas electrificadas parece imposible llegar.
En esa situación estábamos, cuando nos encontramos con Mónica, la propietaria de la explotación agrícola, una joven amable y atenta , con quien mantuvimos una larga e interesante conversación.
Nos relató, como en su día había informado al Alcalde, del penoso estado en que estaba el camino, del derrumbe de tierra…, como sus quejas y avisos no fueron atendidos, de las molestias que todo ello le ocasionaba, viéndose obligada a vallar su propiedad, para evitar que el tránsito por sus fincas de personas “extraviadas”, en ocasiones hasta grupos , espantara su ganado y tener que ir a buscarlo al otro extremo del valle, un día si y otro también.
A pesar de todo ello, nos lo contaba con una sonrisa en la cara, sin un mal gesto.
Dejando a un lado su trabajo, nos informó y acompañó, hasta el comienzo de la pista ganadera que nos llevaría hasta Ventoso , para luego continuar por la carretera hasta Pumares, ya que el antiguo camino que iba desde Ventoso a Ancadeira , estaba tan perdido o más, como el que nos había traido hasta aquí.
Tras despedirnos, comenzamos esta última parte de la ruta con una sensación agridulce, por un lado, la cordial, atenta y amable acogida de Mónica, por otro el lógico enfado por saber que el estado del camino entre Busqueimado y Ventoso era algo que se conocía desde hacia mucho tiempo y por tener que añadir casi ocho kilómetros de pista y carretera, en vez de bosque, a nuestra ruta.
“ 5.5 km de Paraíso Natural entre Ventoso y Pumares por la carretera SE-2”
La tarde está terminado cuando llegamos a Pumares, una última imagen y aunque lo parezca, esto no es el final de una ruta, simplemente el comienzo de una nueva.
Es incomprensible que la ruta esté en ese estado y en el área recreativa de Pumares un cartel “indicativo” anime con su descripción a realizarla, o que se publicite en el servicio de información turística del Principado y encima como de nivel bajo, apto para cualquier persona, adulto o niño.
No sabemos si la responsabilidad del mantenimiento, cuidado y señalización de esta ruta corresponde al Principado de Asturias o al Ayuntamiento de Santa Eulalia de Oscos, pero a quien le corresponda, sea a uno u otro, o a los dos, deberían de solucionarlo lo antes posible, primero por la seguridad de quienes realicen la ruta y segundo por la imagen que dan con este tipo de cosas.
07/09/2008